Speed dating, mi entrada triunfal

A medida que se iba acercando el momento de ir a la reunión de speed dating me sentía cada vez más nerviosa. Probablemente, histérica fuera una mejor descripción de mi estado de ánimo. Además, las vueltas que tuve que dar para estacionar, mientras fantaseaba con que iba a llegar tarde,  no me ayudaron a calmarme. Al final pude dejar al auto y corrí sobre mis tacos hasta el lugar, seguramente impulsada por la adrenalina. Supongo que esos eventos nunca empiezan a horario…

Encontré el lugar, pregunté por la reunión y subí por una escalera. Entré en un lugar oscuro, di unos pasos y de repente me encontré tirada en el piso. Tardé un poco en darme cuenta de que entre el piso negro y las luces rojas,  no había visto una tarima, también negra y me la había llevado por delante.  Al verme despatarrada en el suelo, varias personas se acercaron para ayudar a  levantarme y a preguntarme cómo estaba. “Perfecta, perfecta”, respondí avergonzada,  mientras trataba de levantarme con cierta gracia y sin aullar de dolor.

Después de semejante entrada triunfal  y esperando que no fuera un presagio del resto de la noche, me fui a acreditar. Que viene a ser algo así como que hacés una cola con otras mujeres tan histéricas como vos y aprovechás para preguntarles si es la primera vez que vienen. Algunas me dijeron que sí, otras ya habían estado. Una me contó que estuvo en el evento de la semana pasada y como no tuvo ninguna coincidencia, la habían invitado a volver.  Eso no me alentó demasiado…

Una vez que todas tuvimos  la tarjeta abrochada con nuestro nick y las Date Cards en la mano, la organizadora nos juntó para una charla previa. Muy simpática, nos dio la bienvenida, nos dijo “esto es un juego” y nos explicó cómo usar la Date Card. Les aseguro que no tiene  nada de complicado.

Atracción

Amistad

Sin afinidad

Se supone de que de cada «caballero» tenés que anotar el nick, algunos datos para acordarte con quién hablaste y marcar una de las caritas.

También nos  incitó a sonreír a todos, a decirle a todos que la habíamos pasado muy bien con él y que NO CERREMOS PUERTAS. Creo que básicamente la idea era que no importaba si el otro te gustaba  o no, tenías que actuar como si te hubiera encantado.

Mandaron a cada una de las “damas” (así nos llamaban) a una mesa numerada. Los “caballeros” pasarían por cada una de las mesas de acuerdo al orden asignado hasta que el toque de campana nos separara (ojalá no para siempre).

Así que ahí estaba yo, sonriéndole vagamente al vacío y estrujando la Date Card a la espera del primer caballero. No cerremos puertas.

(Continúa mañana)